miércoles, 30 de septiembre de 2009

Web 2.0: El poder para la gente

La crónica de cómo un ciudadano común puede provocarle un dolor de cabeza a una multinacional con las herramientas de la web 2.0

Sons of Maxwell es un duo canadiense formado por los hermanos Don y Dave Carroll que hacen canciones folk y pop-folk. Hace 15 años que se dedican a la música, pero se hicieron mundialmente conocidos estas últimas semanas por un incidente menor que terminó en un dolor de cabeza para la aerolínea United Airlines.

Un día como cualquier otro, Dave hacía su transbordo como siempre y desde la ventana del avión vio como los empleados de la empresa maltrataban el estuche de su guitarra al subir el equipaje.

Al llegar a destino confirmó sus sospechas. Su Taylor acústica estaba rota.

Los primeros intentos de Dave para conseguir que United se hiciera cargo de los daños recibieron la absoluta indiferencia de los empleados de la aerolínea.

En vez de patalear, Dave filmó este video con una canción compuesta especialmente para protestar:

Sons of Maxwell, “United breaks Guitars”.





Tras los 2 millones de visitas que sumó el video en apenas dos días, a United le pareció que le convenía compensar a Dave, que como piensa que es demasiado tarde le pidió a la empresa que haga beneficencia con ese dinero.


Fuente: Agencia y Productora SG2 - sg2.com.ar

domingo, 27 de septiembre de 2009

Volvió la vieja receta: REPRESION + FMI




No son los políticos, ni mucho menos los opositores, sino que es la realidad la que ha comenzado a cercar a Néstor Kirchner, tras haberle dejado disfrutar de un par de rugidos altisonantes, luego de que se lamiera las heridas que le produjo la elección del 28 de junio.

Mientras hoy en Olivos el ex presidente vive en su propio planeta, masculla su bronca contra la prensa y mantiene enroscado su pensamiento en cómo no dar un paso atrás en el Senado con referencia a la ley de medios, la calle ha comenzado a ponerse efervescente, mientras que la Administración, en puntas de pie y casi como para que él no se entere, se está queriendo subir al mundo y genera una contracara de menú catalogado de noventista, conjunción que debería revolverle el estómago a más de un fiel seguidor del kirchnerismo porque suma dos elementos de triste recuerdo para su ideario: represión y FMI.

Está más que claro a esta altura de los acontecimientos, que con el apoyo popular que surge de las encuestas por el piso y con la chequera deteriorada, ya Kirchner no es más rubio y de ojos azules para nadie y que por eso se le animan cada día más desde todos los frentes, incluidos los internos. También los indicadores de inflación, recesión y desempleo han hecho lo suyo para limar al matrimonio gobernante en la consideración pública y para sumarle fichas al ardor popular en su contra, aunque en el INDEC se mueran de risa de la opinión pública al decir, como se dijo impunemente en la semana, que la pobreza se redujo, pese a que todos esos indicadores en línea demuestran lo contrario. En todo caso, si bien la ocupación de la calle, de las empresas, de las escuelas y de las universidades siempre fue una constante en tiempos de los Kirchner, el principal problema para adoptar ese camino de amplia tolerancia hacia esos delitos, que ahora muestra sus límites, bien pudo no ser ideológico, sino una notoria falta de equilibrio e impericia a la hora de elegir las políticas adecuadas para gobernar, algo que le está jugando en contra al matrimonio en casi todos los renglones.

Por eso, desde posiciones de izquierda se le están pasando amplias facturas al matrimonio, ya que no pueden entender como un gobierno que se dice progresista y popular, que les dejó liberado el campo desde siempre para congraciarse y que probablemente usó dineros públicos para controlarlos, ahora no actúa como tal y se somete a los designios de los factores de poder que ellos detestan, como las empresas y la CGT, desde donde Hugo Moyano tildó a quienes tomaban la fábrica de la ex Terrabussi de "fuerzas de la ultraizquierda".

El jefe cegetista actuó además de modo corporativo, ya que el problema sindical se está dando cada vez con mayor asiduidad en comisiones internas que no responden a sus gremios, como los trabajadores de subterráneos con la UTA, los petroleros del Sur con el SUPE y ahora con estos delegados, que están enfrentados con el sindicato de la Alimentación.

Además, la toma de la fábrica de galletitas estuvo complementada con cortes de la Ruta 9 a la altura de Escobar y con cierres de puentes y accesos a la Capital Federal, más clausuras de esquinas emblemáticas de la Ciudad, que el gobierno de Mauricio Macri endilgó a la Casa Rosada, lo que abre otro frente de conflicto político por la Policía Metropolitana, mientras los ciudadanos, que saben como son las cosas, aislados y cada vez más alterados por la situación, siguieron aumentando la temperatura contra el gobierno nacional.

En cuanto a las fuerzas de izquierda más radicalizadas que empujan los copamientos, se han encontrado con una novedad, que ahora también los reprimen, aunque el Jefe de Gabinete le haya colgado ese mochuelo tan vejatorio al gobernador Daniel Scioli quien, al borde de los 50 puntos de imagen negativa desde donde dicen los expertos que es imposible volver, parece que está dispuesto a resistir, pese a los problemas económicos que abruman a la Provincia y aunque desde Olivos se deje trascender que su tiempo como gobernador ya se agotó.

En relación al desalojo de la ex Terrabussi, desde posiciones más conservadoras se argumenta que los desbordes siempre serán más evidentes, cuanto más se han jugado posturas laxas, tal las políticas kirchneristas de los últimos seis años de no criminalización de las protestas callejeras, aunque las mismas entorpezcan el paso de millares de personas y contrapongan el derecho de expresión con el derecho de circulación. En una cuerda diferente, otro tanto le ha pasado al Gobierno con los subsidios a los consumos de gas y electricidad: cuando existían a pleno, beneficiaban a los menos necesitados y ahora, al soltar el resorte, han sido calificados de inhumanos impuestazos.

Más allá de todos estos factores que hacen al extendido tedio social frente a un gobierno que nunca ha priorizado la gestión y menos las estrategias en casi ningún área de ejecución, lo que lo muestra a la vista de todos de bandazo en bandazo, hay todo un trasfondo que liga lo sucedido el viernes en General Pacheco con la visita de la Presidenta a los EE.UU.. algo que no conviene pasar por alto, aunque por ahora se fundamente en ciertas especulaciones aún no comprobadas, pero que enlazan notoriamente los temas. En la diplomacia siempre se afirma que no hay casualidades sino causalidades. Entonces, es imposible no relacionar las declaraciones que le hizo el viernes a DyN la nueva embajadora estadounidense en la Argentina, Vilma Socorro Martínez, en el contexto de una reunión de cuestiones sociales sobre trata de mujeres ("El desarrollo económico es muy importante y (también) los derechos de los inversionistas", señaló), con el hecho de que la alimenticia Kraft Foods sea una empresa de ese país que se siente afectada en sus derechos. Los embajadores no son ingenuos y cuando dicen una palabra es porque quieren decirla y que se note.

Tras la toma de la planta por el despido de unas 160 personas, algunos de ellos miembros de la Comisión Interna y otros querellados penalmente por hechos de vandalismo, la producción estuvo parada por 37 días sin que las autoridades gubernamentales hayan hecho otra cosa que llevar a la larga el conflicto sindical. Por eso, los ejecutivos de la empresa habían advertido que iban a trasladar sus penurias a la embajada de los EE.UU. y también se había dejado trascender que Kraft hasta podía abandonar la Argentina.

En paralelo, la Presidenta se reunió el martes en Nueva York con una docena y media de empresas de los Estados Unidos y si bien la empresa no fue de la partida, el tema "flotó en el aire", como así también el de la ley de medios. En general, el periplo neoyorkino de Cristina no fue del todo feliz, ya que si bien no recibió críticas ostensibles, fruto de la seducción que intentó encarar para demostrar cierta voluntad de acercamiento, lo cierto es que por primera vez en muchos años no se pudo anunciar ni una sola inversión futura, salvo difusas promesas que la delegación argentina ni siquiera se encargó de resaltar puntualmente. Sin embargo, hubo algunas bajadas de líneas propias de su temperamento ideológico que, al menos, la hicieron sonar contradictoria. Por ejemplo, en su charla en la Universidad de Columbia, la Presidenta se dio el lujo de criticar sin pelos en la lengua la política de salvataje del presidente Barack Obama "con un paquete de estímulos fiscales que algunos consideraron excesivo, pero que para mi gusto es todavía poco", dijo, mientras al día siguiente retó en público al ex secretario del Tesoro de la administración Clinton, Larry Summers por el extraordinario déficit que tienen los Estados Unidos, "un país que significa el 25 por ciento del PBI (mundial)". Para rematarla, frente a los empresarios, también dijo que Obama "debería ser más intervencionista, con perdón de la palabra" para atender los efectos sociales, entre ellos pérdidas de empleo y de las viviendas, como si un activismo mayor no ahondara cualquier déficit.

Otro elemento que no puede quedar afuera para explicar el giro exterior de la Argentina hacia posturas menos combativas y menos heterodoxas es que el Gobierno debió tragarse el jueves pasado un sapo de pertenencia, ya que parece haber comprendido que si se quiere estar en las grandes ligas (el G-20) hay que sumarse al consenso y por lo tanto la Presidenta no pudo dejar de firmar el documento final de la Cumbre que aboga de modo preciso por otorgarle al hasta ahora odiado FMI la supervisión de la economía mundial, organismo en el que los países emergentes se han llevado la zanahoria de que podrán incidir con sus votos un poco más (5%). Con todas las letras, y aunque no se menee aún la cuestión en materia de difusión interna y para placer del ministro Amado Boudou, lo que ha hecho Cristina en Pittsburgh fue rubricar, junto a los grandes del mundo, un documento que dice que la Argentina -como todos los demás países- le abrirán las puertas al Fondo Monetario para que determine "si las políticas aplicadas por cada país del G-20 son coherentes con las trayectorias más sostenibles y equilibradas para la economía mundial".

Y para no dejar nada afuera en esta sucesión de hechos que se dieron en la semana, hay que consignar que el periplo estadounidense fue coronado con al menos tres fotografías que la mostraron a la presidenta argentina radiante con Obama, una de ellas en un almuerzo en su mesa junto a Silvio Berlusconi, otra junto a su par estadounidense y su esposa y la tercera, en un abrazo fraternal que recorrió el mundo, fotografía que lamentablemente para el marketing oficial circuló casi en simultáneo con la represión en Kraft. A veces, las casualidades pueden existir, pero en política es difícil.


Fuente: Agencia DyN

jueves, 24 de septiembre de 2009

Qué hay detrás del impuestazo tecnológico?




Mientras en el Senado ya está cocinada la sanción de la ley que suma grandes beneficios fiscales a la fabricación de productos tecnológicos en Tierra del Fuego –conocido como “impuestazo tecnológico”- y esperan el giro a Diputados tras el escándalo de BGH, siguen surgiendo datos para entender la lógica que opera en esa provincia. Entre otras cosas, cómo la crisis económica local reactivó el poder de lobby de la Asociación de Fábricas Argentinas Terminales de Electrónica (Afarte), la cual impulsa este proyecto y hasta doblegó la postura política de la gobernadora Fabiana Ríos, quien dio el salto de la órbita de Elisa Carrió a la rendición absoluto a los designios de la Casa Rosada.

Afarte está integrada por sólo cinco empresas, las únicas que desde hace años gozan de los grandes beneficios fiscales a la producción que rigen para esa provincia y los cuáles, mediante este nuevo plan, siguen ampliando.
Entre ellas, el “Big One” es Newsan S.A., propiedad del empresario Rubén Cherñajovsky -también dueño de Electrofueguina S.A.-. Fabrica distintas marcas como Sanyo, Philco, Nobles ATMA o Sansei, entre otras. Factura unos 1.100 millones de dólares al año.

Algunos también le adjudican el control de BGH, la empresa que quedó en el ojo de la tormenta por un sugestivo cambio en la redacción del proyecto que realizó el diputado K Gustavo Marconato, que en medio de un escándalo tuvo que darse marcha atrás y modificarse en el Senado. Con el simple retoque en la redacción de un artículo, se le entregaba a esta empresa casi la exclusividad de la producción de equipos de aire acondicionado de grandes dimensiones o industriales.

Además de Newsan y BGH, en la provincia más austral del continente opera Radio Victoria Fueguina, de Manuel Jurkowski, la cual posee marcas como Hitachi -una de las líderes del mercado de TV-, Kelvinator y hasta licenciataria de RCA.


Pidiendo permiso

Si alguien quiere instalarse en la provincia, primero tiene que hablar con estas tres firmas. “No son empresarios de riesgo –explica a La Política Online una fuente local-. Si el día de mañana alguien consigue financiación y se quiere instalar ahí, va, lo hace, y gana dinero. Eso sí, primero tiene que ver si ellos lo dejan”.

El mundo periodístico un día se encontró con esta ley y se chocó con que un grupo de empresas ubicadas en el punto más austral del continente gozaban de un poder de lobby tan fuerte, como para torcer la línea política de un gobernador. Pero, al parecer, siempre lo tuvieron, sólo que en silencio.
Según fuentes legislativas, todo comenzó en la época de Carlos Menem. Aunque algunas están en Tierra del Fuego desde hace más de 30 años, fue durante la presidencia del riojano ya infame década del noventa que, escondido en algún artículo de sus diferentes presupuestos, directamente se prohibía la radicación de nuevos productores en esa zona. Eso fue prorrogado año tras año. Por otro lado, les daban fuertes beneficios impositivos. Así apareció este grupo de productores, “los gigantes del sur”.

El presidente de Afarte, por caso, está estrechamente ligado al menemismo: es Alejandro Mayoral, ex susbsecretario en el Ministerio de Economía de Domingo Cavallo. También es asesor de la Unión Industrial Argentina (UIA).

En 2006, ya en la era K, estas empresas fueguinas vieron también el negocio de la informática. Intentaron movilizar un convenio para poder fabricar notebooks. La presión de las empresas “del continente”, cómo se define a las que producen electrónica fuera de Tierra del Fuego, frustraron el plan mediante la secretaría de la Industria que en ese momento comandaba Miguel Peirano, quien luego daría el salto al Ministerio de Economía tras la conflictiva renuncia de Felisa Miceli.
“Querían que se les permita producir lo mismo que se fabrica en continente. Era una jugada tan complicada que no fue tan difícil frenar”, explicó uno de los que luchó para parar el plan a La Política Online, confirmando este intento de ingresar a un negocio que genera 2 mil millones de dólares al año.

Beneficios 2.0

Este sector productivo instalado en Tierra del Fuego lejos está de ser un conglomerado de galpones vacíos donde un grupo de empresarios engordan sus cuentas sin dar trabajo a nadie. Lo que sí es cierto es que las condiciones que les exige el Estado son incomparablemente desiguales cuando se lo compara con los beneficios que obtienen a cambio.
“La ley para que un productor fueguino pueda gozar de los beneficios impositivos no exige una línea de montado de determinadas características, ensamblado robótico o determinadas características que justifiquen los beneficios. No tiene lógica el impacto fiscal que tiene para el país en base a los impuestos que les estamos regalando más el precio más caro que pagamos, por su contraprestación”.
Según contó una fuente, en los convenios de las empresas fueguinas para poder gozar de estos gravámenes reducidos prometían, por ejemplo, “sumar 8 empleados más”. “Vamos a pagar 20% más un monitor más los impuestos internos por 8 personas. Es como matar una hormiga con un exocet (misil teledirigido)”. “No tiene sentido el esfuerzo” agregó un especialista consultado, mientras rápidamente se corregía: “El sentido es que muy poca gente va a ganar un montón de plata”.

Buscando tranquilidad para su agitada provincia en el empresariado local, Ríos se encontró con este reclamo de los pocos y grandes productores fueguinos: ampliar aún más sus beneficios y abrir la puerta a la producción de notebooks y celulares.

En lo primero, fallaron. Las cámaras del sector endurecieron su postura y consiguieron una excepción. Pero el resto siguió su marcha sin problemas y hasta, con una avivada de Marconato casi consigue una especie de “bonus track” con la ampliación de los gravámenes a los aire acondicionados de gran tamaño.

“Si esto no estuviese arreglado de entrada, hubiese habido un debate serio en el Congreso”, pensó en voz alta un legislador que siguió el caso de cerca.
“¿En Argentina, qué se les exige por ley a las empresas para gozar de estos beneficios?”, preguntó La Política Online a un especialista. “En Tierra del Fuego hay un proceso productivo que se les tiene que aprobar. Para algunos productos es más simple y para otros más complejo. En síntesis, y literalmente, se les pide poner bolsitas, etiquetas o pegamento de origen nacional. Es ridículo. Son muy blandas al principio y más duras al final. Pero en esos años ya se la llevaron con pala”, respondió con exceso de claridad la fuente consultada.
Mientras tanto, los componentes de todo lo que se fabrica en Tierra del Fuego son importados y no hay un solo incentivo para sustituir importaciones, justamente uno de las bases que el kirchnerismo, dice, posee esta ley.
“Si vos tenés el beneficio para cuatro tipos que son los que sustentan una economía en crisis, como es la de Tierra del Fuego, una gobernadora al rojo vivo que no puede financiar su provincia y de repente aparece esta ley y diputados y senadores de la provincia que de repente votan todo con el oficialismo. Si tiene cuatro patas, maúlla y junta bolas de pelo, por más vueltas que le dés, no hay duda que es un gato”, cerró con una graciosa comparación un operador político de la provincia del sur.
“Muchachos, esto va a salir, háganlo fácil. Algo le vamos a dar, les compramos las memorias o pueden venir a producir acá”. Así respondieron desde Afarte cuando los productores del resto del país, preocupados por este proyecto, fueron a plantearle sus interrogantes. Claro está, su confianza tenía sustento.


Fuente: lapoliticaonline.com

martes, 22 de septiembre de 2009

DE JOHN WILLIAM COOKE A CLAUDIO LOZANO.

“La Prensa tiene contraída con el pueblo de la República la deuda de sus grandes pecados”.
Diputado John William Cooke, Diario de Sesiones, 1951.




No fue en la prehistoria. Después de años de hostigamiento sobre diarios, revistas y diarios, cuyos dueños fueron presionados de todos los modos posibles para malvender sus empresas, todavía quedaban en pie unos pocos, La Nación y La Prensa, entre ellos.

Restricciones de papel, inspecciones sanitarias, demandas judiciales. No se salvaban ni los más amigos, como Jaime Yankelevich, que había facilitado su emisora para desplegar la novedosa herramienta de comunicación que tuvo Juan Domingo Perón para ganar en las elecciones en1946. Le cerraron la radio y no tuvo más remedio que venderla. Tuvo que contentarse con que lo dejaran como director, a cambio de un sueldo.

Algo similar sucedió con el diputado oficialista Eduardo Colom, fundador y dueño de La Epoca. No era suficientemente obediente con las órdenes que le venían de la Casa Rosada. También fue obligado a venderla a sus amigos, los diputados Cámpora y Aloé. Yankelevich y Colom fueron domesticados, como la mayoría de los dueños de medios.


Pero no Alberto Gainza Paz, tercera generación de un diario polémico, crítico de todos los gobiernos (el general Uriburu casi lo cierra), exitoso. Y aliado, claro. Antieje. Pronorteamericano, podría decirse entonces.


Cuenta Pablo Sirvén, en su excepcional investigación “Perón y los medios de comunicación”, publicada por el Centro Editor de América Latina y hoy inhallable, que en los últimos meses de la guerra del gobierno de Perón contra La Prensa antes del final, vendía 400.000 ejemplares, y si bien perdía anunciantes todos los días, muchos se adaptaron al drástico aumento de precios de las tarifas debido al aumento del papel que estaba obligado a comprarle al IAPI e, incluso, a que los avisos fueran cada vez más chicos, porque el diario no estaba autorizado a editar más de 6 páginas diarias.


El relato es apasionante. Entre la innumerable cantidad de episodios, cuenta el del diario oral Octubre, que transmitía con altavoces fuertísimos las noticias favorables al Gobierno nacional sobre la avenida de Mayo, debajo de la ventana de Gainza Paz, para mortificarlo a él y a toda su redacción.


El episodio puede ser gracioso. Pero lo cierto es que los amigos de Perón terminaron siendo dueños de las 13 radios de amplitud modulada de la Capital Federal, de 60 diarios en el interior del país, de casi todos los diarios nacionales (Democracia, La Epoca, Crítica, Noticias Gráficas, El Mundo, La Razón, incluso partidarios como El Intransigente y La Vanguardia) y de todas las revistas. Todos estos medios, claro, financiados con la copiosa publicidad oficial.

Otros trámites express
La escalada tuvo su cénit con la decisión de expropiar La Prensa. Sirvén lo cuenta así: “Con inusual premura, ese mismo día el PEN dictó el correspondiente decreto de convocatoria a sesión extraordinaria en cuyos considerandos decía que ‘mediante formas perfectamente individualizadas se agita una intensa campaña que se funda en la libertad de prensa, pero que está dirigida a lesionar el prestigio internacional de la Argentina y la unión indestructible del pueblo con su gobierno’”. La sesión fue al otro día. Y por 87 votos sobre 99, se formalizó la Comisión Parlamentaria Interventora Mixta e Investigadora del diario. Pocos diputados de la oposición pudieron llegar. Arturo Frondizi, en nombre de la bancada de la primera minoría, “se quejó de haber recibido el telegrama de citación para la sesión, unas pocas horas antes de que ésta comenzase. Varios diputados radicales del interior, dijo, no han tenido tiempo para llegar al recinto’”.

El miembro informante por la mayoría fue John William Cooke. El discurso de Cooke fue vibrante. No le interesó el aspecto legal que obsesionaba a otros diputados, sino sus aspectos ideológicos.


Puntualizó que el suyo era un “planteo revolucionario”, se quejó de la “prensa grande” que está en manos de “unos pocos propietarios vinculados a las altas finanzas y a los grandes negocios”. Y dijo que “las libertades de todo tipo se convirtieron en una excusa para el imperialismo que acentuó cada vez más la desigualdad que ya existe entre países coloniales y semicoloniales”.

El 19 de marzo el proyecto se hizo ley en la Cámara de Senadores y fue inmediatamente promulgada por el Ejecutivo. Al otro día, el 20 la Comisión se apersonó en las oficinas del diario, donde realizó un detallado inventario. No lo encontró a Gainza Paz, que había logrado huir del país.

Pero aunque después lo recuperó, el diario no volvió a ser lo que era.
Cualquier parecido con lo que estamos viviendo, sólo demuestra que la Argentina tiene enormes dificultades para aprender. Y como los que se resisten a madurar, entra una y otra vez por la misma puerta, directo, a sus viejos errores.

Viejas y nuevas dicotomías
A fines de la década del 90, comenté esta investigación con un importante editor del diario Clarín, de origen peronista. Me indignaba que Perón, en la cumbre de su poder, eligiera ahogar a los medios en lugar de ganar legitimidad; que teniendo semejante capacidad de liderazgo, no tolerara las críticas de la sociedad que se expresaban a través de los medios. “Hay que entenderlo en el contexto de la época, de esa dicotomía peronismo/antiperonismo, que hoy es impensable y por eso no podemos entender”, me contestó, tranquilo.


Y aquí estamos. Sorprendidos por un Presidente Real que agitó los dolorosos fantasmas de nuestra historia nunca saldada, mirando a los que votaron distinto a lo que nosotros lo hubiéramos hecho como si fueran enemigos, confundidos porque en contra de la ley de medios estuvieron diputados que jamás invitaríamos a nuestras casas y porque a favor votó también gente querida de toda la vida.

Un caso es el de Claudio Lozano. Con una convicción que tuvieron pocos oficialistas, defendió el proyecto diciendo que “lo que está en debate no es la gestión del Gobierno, sino la posibilidad de poner un mojón en el avance político de la experiencia popular de la Argentina”. Tremendo. “Qué derecho tenemos nosotros los legisladores para tirar por la borda todo el trabajo realizado por las contradicciones y debilidades del Gobierno nacional”, gritó.

Hablaba de la Coalición para una Radiodifusión Democrática, los bellos enunciados de los 21 puntos, que son considerados la política básica de quienes no son dueños de medios, ni gerentes de medios, ni siquiera trabajan en medios, para la construcción de una política en esa materia. Y su pasión se centraba en la posibilidad de no perder ese instante único, en el que el sueño revolucionario de la juventud, se haga realidad a través del río revoltoso del peronismo.


Lozano y Cooke
Nadie puede decir que Lozano es un pragmático. Votó por lo que siempre pensó. Sabe que perdió respaldo entre los votantes de Proyecto Sur el pasado 28 de junio. Por lo menos, el kirchnerismo dejó de acosarlo a través de las agresiones de todo tipo que vivió desde que votó contra la Resolución 125. Y como viene haciéndolo desde siempre, apostó a una construcción lenta, pero –cree- sólida.


Marxista de formación, apasionado lector de los dos tomos de las cartas Perón/Cooke, es probable que Lozano haya recordado el rol del diputado en 1951, que para algún historiador fue idea de Eva Perón, que buscaba fundamentar “por izquierda”, para evitar las críticas que despertaban los diputados peronistas de origen conservador, muchos acusados de corrupción, como José María Visca.


Parece una antigualla, pero Lozano viene de esos espacios políticos que pensaban que como en la Argentina las masas son peronistas, era necesario cabalgar sobre el peronismo no tanto para domarlo, sino para llevarlo triunfante a una sociedad no capitalista, sin clases. Como Cooke.

No es para reírse. Mucha gente murió en nuestro país por creer honestamente en eso. Los secuestraron, los torturaron, los tiraron al río. Pero ya no hay mucha gente que entienda de eso. Los jóvenes están en otra. Y no les interesa morir por ningún dogma.


Lo triste es que ahora Néstor Kirchner se aproveche de tanta gente de buena fe para darle un paraguas de legitimidad a un proyecto de poder total que no es popular, sino personal, que sólo tiene como objetivo tapar su pésima gestión de gobierno, que desaprovechó el mejor contexto externo de los últimos 100 años, mientras se hace dueño de todas y cada una de las empresas argentinas que son rentables, después de bajarles el precio.


Fuente: Silvia Mercado & elaguijononline.blogspot.com