domingo, 31 de octubre de 2010

Un presidente que quiso todo el poder y se enfrentó a la prensa


"De aquí me van a sacar muerto", le dijo Néstor Kirchner a un amigo en la Casa Rosada cuando recién había asumido la Presidencia de la Nación. Llegó con debilidad a un país débil, e hizo de la fortaleza su principal ideología. Prefirió ser fuerte a ser bueno, justo o brillante. Y acumuló un poder inmenso, que por momentos producía temor. No se le puede cuestionar su habilidad para hacerse consistente en una república donde los presidentes volaban por el aire. Tampoco su enorme pericia para gobernar el barco con el viento de cola de la economía mundial.

Hizo mucho para que se enjuiciara a los militares asesinos y torturadores de la última dictadura militar, pero luego colonizó a los organismos de derechos humanos y los utilizó como escudos éticos para legitimar sus polémicas políticas domésticas. Negoció con picardía la deuda externa, pero quedó preso de pecados y supersticiones ideológicas y sin crédito internacional, como lo tuvieron y tienen Brasil y Chile.

Alentó una nueva y prestigiosa Corte Suprema de Justicia, pero al final se dedicó a hostigarla porque fallaba en contra de sus deseos. Tuvo gestos progresistas, como impulsar el matrimonio gay, pero se alió con lo más rancio de la derecha peronista y de la corporación sindical. Su política principal fue la división. Dividir para reinar, el truco más viejo del mundo. Cuando algún sector se le resistía ponía toda la voluntad y el dinero del Estado para dividir, crear batallas internas, atizar enconos y debilitar al adversario, a quien consideraba lisa y llanamente un enemigo.

Tenía una verdadera obsesión por controlar los medios de comunicación. Detestaba en la intimidad a los periodistas: puso a unos contra otros y montó con dineros públicos programas de televisión estatal o paraestatal para que se burlaran de ellos y se los desacreditara en campañas repetitivas y siniestras. Intentó de distintas maneras controlar el insumo básico de los diarios -el papel- para controlar así sus contenidos. Y procuró arrebatarle a varias compañías mediáticas señales de cable y frecuencias radiales. Se levantaba todos los días y mientras hacía ejercicios leía los diarios y se enfurecía. Cada media hora, a lo largo de todo el día y de todos los días del año, sus colaboradores más íntimos le acercaban informes de lo que había dicho cada comentarista o reportero en la televisión y en la radio. Y aplicaba en consecuencia premios y castigos con la publicidad oficial, que creció exponencialmente y sin control alguno durante siete años. Era una tarea que, como muchas otras, no delegaba: él mismo miraba las pautas y daba leña a los disidentes más molestos del periodismo argentino. Muchas veces telefoneaba a los dueños de canales o emisoras para quejarse por determinado periodista y a veces para pedir directamente su cabeza.

Quería editar la realidad, como lo había hecho en la provincia de Santa Cruz. Y esa utopía lo llevó a batallas homéricas contra la prensa, que para el kirchnerismo fue el enemigo número uno. Independientemente de esto, fue un hombre de fuertes convicciones, y siempre es conmovedor y a la vez espeluznante descubrir en las personas una fe ciega. Tuvo dos episodios cardíacos y le pidieron que cambiara de vida. Dicen que ya tenía secretamente decidido cederle a su mujer la próxima candidatura presidencial. Pero era incapaz de hacerle caso a los médicos y seguía adelante, controlando personalmente las cuentas de la economía, guerreando contra la prensa, cooptando dirigentes, negociando apoyos y haciéndose mala sangre por el inevitable desgaste del poder, que lo estaba abandonando, y por las convulsiones que provocaba su propia política de división y por la alta inflación que generaba su modelo económico.

Pero no podía parar. No podía parar. Seguía y seguía sin tener en cuenta los consejos, sintiéndose de algún modo inmortal o buscando inconscientemente un límite. "De aquí me van a sacar muerto". Su profecía se cumplió.


Fuente: Jorge Fernández Díaz y ElPaís.com

viernes, 15 de octubre de 2010

SI HUBIERA PASADO ACÁ…



El 5 de agosto de 2010 se produjo un derrumbe en el interior de la mina “Las Cometas”, en la provincia de San Juan, República Argentina. Como consecuencia de este accidente, 33 mineros argentinos quedaron atrapados a 622 metros de profundidad.

Este es el relato cronológico de los acontecimientos que siguieron a esta tragedia:

6 de agosto: El Gobierno niega la veracidad de los trascendidos. Adjudica las falsas noticias a un intento destituyente encabezado por Clarín, la Nación y las familias de los supuestos mineros.

7 de agosto: Ante la evidencia abrumadora, el gobierno acepta que hay un pequeño derrumbe que tiene provisoriamente inmovilizados a unos pocos mineros. Según el INDEC sólo son cinco y están a apenas ocho metros de profundidad.

22 de agosto: Luego de una intensa búsqueda llevada a cabo por los familiares, los mineros son localizados a más de 600 metros de profundidad. Al intentar avisarle a algún responsable del Gobierno, nadie responde los teléfonos. Todos los funcionarios se encuentran conmemorando el aniversario de la Masacre de Trelew, donde Néstor en un emotivo discurso, asegura que se salvó raspando.

15 de setiembre: Abrumado por las encuestas, el Gobierno llama a licitación para hacer la excavación y rescatar a los mineros. Gana la oferta más cara, la de Electroingeniería, que jamás cavó un miserable pozo ciego. De Vido cambia el auto.

16 de setiembre: Electroingeniería se gasta la plata de la excavación para comprar cinco FM que hablen bien del gobierno. Se hace una nueva licitación. Gana Cristóbal López, que de inmediato instala máquinas tragamonedas en la boca de la mina para hacer más amena la espera de los familiares. Los Kirchner compran un nuevo hotel en Calafate.

18 de setiembre: Ante estos fracasos, los familiares intentan resolver el problema por su cuenta. Buscan a un grupo de piqueteros desocupados y les ofrecen trabajo en la excavación. Desorientados por las carcajadas de los piqueteros, los familiares deciden excavar ellos.

20 de setiembre: Cristina apoya a los mineros y sus familiares por Twitter.

21 de setiembre: Una encuesta demuestra que la imagen positiva del gobierno es igual a la raíz cúbica de la imagen positiva de los mineros y sus familiares.

22 de setiembre: Cristina critica a los mineros y sus familiares por Twitter.

23 de setiembre: Cristina convoca al Salón Blanco a los gobernadores, a las Madres y Abuelas, a los empresarios amigos, a todo su gabinete, a D´Elía y Pérsico y a los jóvenes de la Cámpora. Toquetando los micrófonos denuncia que todos los mineros fueron miembros de los Grupos de Tareas. Como prueba, presenta el dramático testimonio de un cartonero con Alzheimer, que asegura haberlos visto entrar a la ESMA en un Falcon verde el 25 de marzo de 1976.

24 de setiembre: El cartonero compra 200.000 hectáreas en Santa Cruz a $3 la hectárea.

25 de setiembre: Se reúnen 300.000 personas en la Plaza de Mayo para protestar por la falta de respuesta del Gobierno ante el accidente en la mina “Las Cometas”. Cristina asegura en Twitter que Magnetto les pagó a todos. Esta hipótesis se repite en “6, 7, 8” e indigna a sus doce televidentes.

26 de setiembre: Ante 37 personas, Hebe de Bonafini llama a ocupar la mina y echar a los turros de los familiares, excavar con las manos hasta llegar a los turros de los mineros y decapitar a los muy turros con las palas. Sonriente, Aníbal Fernández comenta en Twitter: “Esta Hebe es unaaaa…”

3 de octubre: Se presenta Moyano en la excavación y bloquea el ingreso con cinco camiones. Asegura que como las carretillas utilizadas para sacar la tierra tienen una rueda, todos los familiares se deben afiliar al gremio de los camioneros.

10 de octubre: Guillermo Moreno invade el campamento de los familiares, reparte guantes de box y vocifera “¡Acá no excava nadie, ¿está claro?!”

12 de octubre: Para conmemorar el ex Día de la Raza, el canciller Timmerman asegura en Twitter, con elíptico lenguaje diplomático “¡Me recontracago en los mineros!”

13 de octubre: Los familiares, excavando clandestinamente, consiguen llegar a donde deberían haber estado los mineros. Sólo encuentran un cartel:


“ESTAMOS BIEN LOS 33. NOS FUIMOS A CHILE”


Fuente: ??? (no lo sé... pero no es mío)