martes, 22 de septiembre de 2009

DE JOHN WILLIAM COOKE A CLAUDIO LOZANO.

“La Prensa tiene contraída con el pueblo de la República la deuda de sus grandes pecados”.
Diputado John William Cooke, Diario de Sesiones, 1951.




No fue en la prehistoria. Después de años de hostigamiento sobre diarios, revistas y diarios, cuyos dueños fueron presionados de todos los modos posibles para malvender sus empresas, todavía quedaban en pie unos pocos, La Nación y La Prensa, entre ellos.

Restricciones de papel, inspecciones sanitarias, demandas judiciales. No se salvaban ni los más amigos, como Jaime Yankelevich, que había facilitado su emisora para desplegar la novedosa herramienta de comunicación que tuvo Juan Domingo Perón para ganar en las elecciones en1946. Le cerraron la radio y no tuvo más remedio que venderla. Tuvo que contentarse con que lo dejaran como director, a cambio de un sueldo.

Algo similar sucedió con el diputado oficialista Eduardo Colom, fundador y dueño de La Epoca. No era suficientemente obediente con las órdenes que le venían de la Casa Rosada. También fue obligado a venderla a sus amigos, los diputados Cámpora y Aloé. Yankelevich y Colom fueron domesticados, como la mayoría de los dueños de medios.


Pero no Alberto Gainza Paz, tercera generación de un diario polémico, crítico de todos los gobiernos (el general Uriburu casi lo cierra), exitoso. Y aliado, claro. Antieje. Pronorteamericano, podría decirse entonces.


Cuenta Pablo Sirvén, en su excepcional investigación “Perón y los medios de comunicación”, publicada por el Centro Editor de América Latina y hoy inhallable, que en los últimos meses de la guerra del gobierno de Perón contra La Prensa antes del final, vendía 400.000 ejemplares, y si bien perdía anunciantes todos los días, muchos se adaptaron al drástico aumento de precios de las tarifas debido al aumento del papel que estaba obligado a comprarle al IAPI e, incluso, a que los avisos fueran cada vez más chicos, porque el diario no estaba autorizado a editar más de 6 páginas diarias.


El relato es apasionante. Entre la innumerable cantidad de episodios, cuenta el del diario oral Octubre, que transmitía con altavoces fuertísimos las noticias favorables al Gobierno nacional sobre la avenida de Mayo, debajo de la ventana de Gainza Paz, para mortificarlo a él y a toda su redacción.


El episodio puede ser gracioso. Pero lo cierto es que los amigos de Perón terminaron siendo dueños de las 13 radios de amplitud modulada de la Capital Federal, de 60 diarios en el interior del país, de casi todos los diarios nacionales (Democracia, La Epoca, Crítica, Noticias Gráficas, El Mundo, La Razón, incluso partidarios como El Intransigente y La Vanguardia) y de todas las revistas. Todos estos medios, claro, financiados con la copiosa publicidad oficial.

Otros trámites express
La escalada tuvo su cénit con la decisión de expropiar La Prensa. Sirvén lo cuenta así: “Con inusual premura, ese mismo día el PEN dictó el correspondiente decreto de convocatoria a sesión extraordinaria en cuyos considerandos decía que ‘mediante formas perfectamente individualizadas se agita una intensa campaña que se funda en la libertad de prensa, pero que está dirigida a lesionar el prestigio internacional de la Argentina y la unión indestructible del pueblo con su gobierno’”. La sesión fue al otro día. Y por 87 votos sobre 99, se formalizó la Comisión Parlamentaria Interventora Mixta e Investigadora del diario. Pocos diputados de la oposición pudieron llegar. Arturo Frondizi, en nombre de la bancada de la primera minoría, “se quejó de haber recibido el telegrama de citación para la sesión, unas pocas horas antes de que ésta comenzase. Varios diputados radicales del interior, dijo, no han tenido tiempo para llegar al recinto’”.

El miembro informante por la mayoría fue John William Cooke. El discurso de Cooke fue vibrante. No le interesó el aspecto legal que obsesionaba a otros diputados, sino sus aspectos ideológicos.


Puntualizó que el suyo era un “planteo revolucionario”, se quejó de la “prensa grande” que está en manos de “unos pocos propietarios vinculados a las altas finanzas y a los grandes negocios”. Y dijo que “las libertades de todo tipo se convirtieron en una excusa para el imperialismo que acentuó cada vez más la desigualdad que ya existe entre países coloniales y semicoloniales”.

El 19 de marzo el proyecto se hizo ley en la Cámara de Senadores y fue inmediatamente promulgada por el Ejecutivo. Al otro día, el 20 la Comisión se apersonó en las oficinas del diario, donde realizó un detallado inventario. No lo encontró a Gainza Paz, que había logrado huir del país.

Pero aunque después lo recuperó, el diario no volvió a ser lo que era.
Cualquier parecido con lo que estamos viviendo, sólo demuestra que la Argentina tiene enormes dificultades para aprender. Y como los que se resisten a madurar, entra una y otra vez por la misma puerta, directo, a sus viejos errores.

Viejas y nuevas dicotomías
A fines de la década del 90, comenté esta investigación con un importante editor del diario Clarín, de origen peronista. Me indignaba que Perón, en la cumbre de su poder, eligiera ahogar a los medios en lugar de ganar legitimidad; que teniendo semejante capacidad de liderazgo, no tolerara las críticas de la sociedad que se expresaban a través de los medios. “Hay que entenderlo en el contexto de la época, de esa dicotomía peronismo/antiperonismo, que hoy es impensable y por eso no podemos entender”, me contestó, tranquilo.


Y aquí estamos. Sorprendidos por un Presidente Real que agitó los dolorosos fantasmas de nuestra historia nunca saldada, mirando a los que votaron distinto a lo que nosotros lo hubiéramos hecho como si fueran enemigos, confundidos porque en contra de la ley de medios estuvieron diputados que jamás invitaríamos a nuestras casas y porque a favor votó también gente querida de toda la vida.

Un caso es el de Claudio Lozano. Con una convicción que tuvieron pocos oficialistas, defendió el proyecto diciendo que “lo que está en debate no es la gestión del Gobierno, sino la posibilidad de poner un mojón en el avance político de la experiencia popular de la Argentina”. Tremendo. “Qué derecho tenemos nosotros los legisladores para tirar por la borda todo el trabajo realizado por las contradicciones y debilidades del Gobierno nacional”, gritó.

Hablaba de la Coalición para una Radiodifusión Democrática, los bellos enunciados de los 21 puntos, que son considerados la política básica de quienes no son dueños de medios, ni gerentes de medios, ni siquiera trabajan en medios, para la construcción de una política en esa materia. Y su pasión se centraba en la posibilidad de no perder ese instante único, en el que el sueño revolucionario de la juventud, se haga realidad a través del río revoltoso del peronismo.


Lozano y Cooke
Nadie puede decir que Lozano es un pragmático. Votó por lo que siempre pensó. Sabe que perdió respaldo entre los votantes de Proyecto Sur el pasado 28 de junio. Por lo menos, el kirchnerismo dejó de acosarlo a través de las agresiones de todo tipo que vivió desde que votó contra la Resolución 125. Y como viene haciéndolo desde siempre, apostó a una construcción lenta, pero –cree- sólida.


Marxista de formación, apasionado lector de los dos tomos de las cartas Perón/Cooke, es probable que Lozano haya recordado el rol del diputado en 1951, que para algún historiador fue idea de Eva Perón, que buscaba fundamentar “por izquierda”, para evitar las críticas que despertaban los diputados peronistas de origen conservador, muchos acusados de corrupción, como José María Visca.


Parece una antigualla, pero Lozano viene de esos espacios políticos que pensaban que como en la Argentina las masas son peronistas, era necesario cabalgar sobre el peronismo no tanto para domarlo, sino para llevarlo triunfante a una sociedad no capitalista, sin clases. Como Cooke.

No es para reírse. Mucha gente murió en nuestro país por creer honestamente en eso. Los secuestraron, los torturaron, los tiraron al río. Pero ya no hay mucha gente que entienda de eso. Los jóvenes están en otra. Y no les interesa morir por ningún dogma.


Lo triste es que ahora Néstor Kirchner se aproveche de tanta gente de buena fe para darle un paraguas de legitimidad a un proyecto de poder total que no es popular, sino personal, que sólo tiene como objetivo tapar su pésima gestión de gobierno, que desaprovechó el mejor contexto externo de los últimos 100 años, mientras se hace dueño de todas y cada una de las empresas argentinas que son rentables, después de bajarles el precio.


Fuente: Silvia Mercado & elaguijononline.blogspot.com

2 comentarios:

  1. bla bla... Proyecto Sur es puro bla bla...
    Con la 125 se me cayó irremediablemente la imagen que tenía de Pino...
    De hecho no lo voto más, por el contrario en la escuela donde trabajo, una compañera radical de siempre, con mucha guita (muy concheta) reconoció que 'le gustaba mucho pino'...
    Creo que se ha corrido el eje.

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  2. La verdad es que fuiste un visionario ya que recién a más de un año de la 125 Pino pudo experimentar un pico de popularidad electoral y mediática (recordemos su famosa polera que terminó subastada en MercadoLibre), captando incluso a votantes de Lilita y el socialismo en un interesante caudal de votos. Lamentablemente esa misma noche el discurso del derrotado Kirchnerismo no ahorró elogios a la hora de dorarle la píldora a Solanas y eso ya olía a acuerdos parlamentarios como posteriormente pudo verificarse.

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